Estados Unidos ha sido durante mucho tiempo un líder global en educación superior, atrayendo a algunas de las mentes más brillantes de todo el mundo. Los estudiantes internacionales contribuyen significativamente al tejido académico, cultural y económico de nuestro país. Sin embargo, las recientes acciones de la administración Trump —como detener las entrevistas para visas estudiantiles en embajadas y consulados estadounidenses, intentar revocar visas a estudiantes chinos, y tratar de restringir que instituciones como Harvard admitan a estudiantes extranjeros— señalan un cambio preocupante que amenaza la prosperidad a largo plazo y la posición global de Estados Unidos.

Las visas de estudiante son mucho más que simples documentos de viaje. Son un vínculo vital que conecta a Estados Unidos con una red global de futuros líderes, innovadores y emprendedores. Según el Departamento de Comercio de EE.UU., los estudiantes internacionales contribuyeron con casi 45 mil millones de dólares a la economía estadounidense solo en 2018. Más allá de los beneficios económicos, estos estudiantes enriquecen los campus con perspectivas diversas, fomentan la colaboración internacional y, a menudo, se convierten en voces influyentes en sus países de origen—muchos de los cuales abogan por los valores y alianzas estadounidenses.

Las políticas de la administración Trump no solo afectan directamente a los estudiantes y las instituciones, sino que también dañan la imagen de Estados Unidos como un país acogedor y visionario. Suspender las entrevistas para visas impide que miles de estudiantes comiencen o continúen sus estudios, interrumpiendo vidas y carreras educativas. Además, interferir con el derecho de una universidad a admitir estudiantes internacionales calificados establece un precedente peligroso de intromisión gubernamental en la independencia académica.

Si Estados Unidos rechaza el talento global, otros países lo recibirán con los brazos abiertos. Canadá, el Reino Unido y Australia ya están ampliando sus esfuerzos para atraer a estudiantes internacionales. Perder nuestra ventaja competitiva en educación tendrá consecuencias a largo plazo, no solo para las universidades, sino también para las industrias que dependen de trabajadores altamente capacitados y con visión global.

Recibir a estudiantes internacionales no solo es una buena política—es una estrategia inteligente. Estados Unidos debe seguir siendo un faro para quienes buscan conocimiento y oportunidades. Rechazar el talento socava todo lo que ha hecho de la educación superior estadounidense—y del país mismo—un líder global.

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